martes

Amores

Desde hace tres estaciones, no puedo dejar de mirar a la mujer que va sentada delante mía y que no puede dejar de mirarme. Yo no puedo dejar de mirarla porque creo haber encontrado la definición de fealdad hecha mujer. Ella no puede dejar de mirarme porque sabe porqué la miro. En si misma, concepto intrínseco de belleza invertida. Ella lo sabe. Sus ojos la delatan. Lo sabe, pero no se resigna. Como si por hacérselo creer a si misma, repitiéndose que no es fea, una y otra vez, mientras choca los talones de sus zapatos de rubí, fuera a dejar de parecer la bruja mala del cuento. No creo que existan zapatos tan poderosos. No me gusta recrearme en los defecto del prójimo. Mentira. Me encanta, pero no con tanto detalle. Algo en su rostro impúdico me tiene atrapado desde hace tres estaciones. Creo que me estoy enamorando.

No hay comentarios: